Por
Javier Marías. “Hace unos
días, al subir por Postigo de San Martín, oí una de esas ráfagas voladoras que
me hizo sonreír y se me quedó en la cabeza. Pasé junto a tres mujeres que quizá
estaban ya despidiéndose, paradas junto a una chocolatería, si mal no recuerdo.
Eran de mediana edad, sin duda habían dejado atrás los cincuenta, aunque no me
dio tiempo a reparar en su aspecto. Reían con ganas, se las notaba de excelente
humor y contentas. Una de ellas dijo: “Qué bien estamos las mujeres”. Otra
contestó rápida: “Ay, y que lo digas”. Y la tercera apostilló: “Y nos lo
pasamos genial”. Yo continué mi marcha, eso fue todo. Pero capté bien el tono,
y no era voluntarioso, sino ufano; no era que trataran de convencerse de lo que
decían, sino que estaban plenamente convencidas y lo celebraban, como si
pusieran una rúbrica verbal a lo bien que se lo habían pasado el rato que
habían permanecido juntas. No sé muy bien por qué, me animaron y me hicieron
gracia..." LEER MÁS