Por Ima Sanchís. Hay entrevistas que requieren ser vistas.
Esta es una de ellas. Ver sus ojos verde clarísimo, su fragilidad, sus rudas
manos a las que les falta un dedo que se llevó el mar. Oír su voz dulce y
sentir que lo que cuenta, su vida faenando en un pesquero durante diez años en
Alaska, no es una paradoja. Lili muestra que fragilidad y fuerza van de la
mano, que hombres y mujeres pueden ser compañeros, que compartimos fiereza y
ternura con el resto de los animales. A los 20 años dejó su casa, recorrió Asia
con lo puesto, EE.UU. entre camioneros sin perder la inocencia, la misma que la
convirtió en un marino durante años o en pastora transhumante después. Lo
cuenta en su primera novela “Allí, donde se acaba el mundo” (Lumen), que ha
sido obra finalista del premio Goncourt. LEER
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